Andrew Tomchyshyn

foto Andrew Tomchyshyn

sábado, 31 de agosto de 2013

Diálogo-foto de Patricia Damiano

                                                        Diálogo-autora: Patricia Damiano
fuente

miércoles, 28 de agosto de 2013

En la colonia penitenciaria-Franz KAFKA


-Es un aparato singular -dijo el oficial al explorador, y contempló con cierta admiración el aparato, que le era tan conocido. El explorador parecía haber aceptado sólo por cortesía la invitación del comandante para presenciar la ejecución de un soldado condenado por desobediencia e insulto hacia sus superiores. En la colonia penitenciaria no era tampoco muy grande el interés suscitado por esta ejecución. Por lo menos en ese pequeño valle, profundo y arenoso, rodeado totalmente por riscos desnudos, sólo se encontraban, además del oficial y el explorador, el condenado, un hombre de boca grande y aspecto estúpido, de cabello y rostro descuidados, y un soldado que sostenía la pesada cadena donde convergían las cadenitas que retenían al condenado por los tobillos y las muñecas, así como por el cuello, y que estaban unidas entre sí mediante cadenas secundarias. De todos modos, el condenado tenía un aspecto tan caninamente sumiso, que al parecer hubieran podido permitirle correr en libertad por los riscos circundantes, para llamarlo con un simple silbido cuando llegara el momento de la ejecución.
El explorador no se interesaba mucho por el aparato y se paseaba detrás del condenado con visible indiferencia, mientras el oficial daba fin a los últimos preparativos, arrastrándose de pronto bajo el aparato, profundamente hundido en la tierra, o trepando de pronto por una escalera para examinar las partes superiores. Fácilmente hubiera podido ocuparse de estas labores un mecánico, pero el oficial las desempeñaba con gran celo, tal vez porque admiraba el aparato, o tal vez porque por diversos motivos no se podía confiar ese trabajo a otra persona.
-¡Ya está todo listo! -exclamó finalmente, y descendió de la escalera. Parecía extraordinariamente fatigado, respiraba con la boca muy abierta, y se había metido dos finos pañuelos de mujer bajo el cuello del uniforme.
-Estos uniformes son demasiado pesados para el trópico -comentó el explorador, en vez de hacer alguna pregunta sobre el aparato, como hubiera deseado el oficial.
-En efecto -dijo éste, y se lavó las manos sucias de aceite y de grasa en un balde que allí había-; pero para nosotros son símbolos de la patria; no queremos olvidarnos de nuestra patria. Y ahora fíjese en este aparato -prosiguió inmediatamente, secándose las manos con una toalla y mostrando aquél al mismo tiempo. Hasta ahora intervine yo, pero de aquí en adelante el aparato funciona absolutamente solo.
El explorador asintió y siguió al oficial. Éste quería cubrir todas las contingencias, y por eso dijo:
-Naturalmente, a veces hay inconvenientes; espero que no los haya hoy, pero siempre se debe contar con esa posibilidad. El aparato debería funcionar ininterrumpidamente durante doce horas. Pero cuando hay entorpecimientos, son sin embargo desdeñables, y se los soluciona rápidamente. ¿No quiere sentarse? -preguntó luego, sacando una silla de mimbre entre un montón de sillas semejantes, y ofreciéndosela al explorador; éste no podía rechazarla. Se sentó entonces; al borde de un hoyo estaba la tierra removida, dispuesta en forma de parapeto; del otro lado estaba el aparato.
-No sé -dijo el oficial- si el comandante le ha explicado ya el aparato.
El explorador hizo un ademán incierto; el oficial no deseaba nada mejor, porque así podía explicarle personalmente el funcionamiento.
-Este aparato -dijo, tomándose de una manivela. y apoyándose sobre ella- es un invento de nuestro antiguo comandante. Yo asistí a los primerísimos experimentos, y tomé parte en todos los trabajos, hasta su terminación. Pero el mérito del descubrimiento sólo le corresponde a él. ¿No ha oído hablar usted de nuestro antiguo comandante? ¿No? Bueno, no exagero si le digo que casi toda la organización de la colonia penitenciaria es obra suya. Nosotros, sus amigos, sabíamos aun antes de su muerte que la organización de la colonia era un todo tan perfecto, que su sucesor, aunque tuviera mil nuevos proyectos en la cabeza, por lo menos durante muchos años no podría cambiar nada. Y nuestra profecía se cumplió; el nuevo comandante se vio obligado a admitirlo. Lástima que usted no haya conocido nuestro antiguo comandante. Pero -el oficial se interrumpió- estoy divagando, y aquí está el aparato. Como usted ve, consta de tres partes. Con el correr del tiempo, se generalizó la costumbre de designar a cada una de estas partes mediante una especie de sobrenombre popular. La inferior se llama la Cama, la de arriba el Diseñador, y esta del medio, la Rastra.
-¿La Rastra? -preguntó el explorador.
No había escuchado con mucha atención; el sol caía con demasiada fuerza en ese valle sin sombras, apenas podía uno concentrar los pensamientos. Por eso mismo le parecía más admirable ese oficial, que a pesar de su chaqueta de gala, ajustada, cargada de charreteras de adornos, proseguía con tanto entusiasmo sus explicaciones, y además, mientras hablaba, apretaba aquí y allá algún tornillo con un destornillador. En una situación semejante a la del explorador parecía encontrarse el soldado. Se había enrollado la cadena del condenado en torno de las muñecas; apoyado con una mano en el fusil, cabizbajo, no se preocupaba por nada de lo que ocurría. Esto no sorprendió al explorador, ya que el oficial hablaba en francés, y ni el soldado ni el condenado entendían el francés. Por eso mismo era más curioso que el condenado se esforzara por seguir las explicaciones del oficial. Con una especie de soñolienta insistencia, dirigía la mirada hacia donde el oficial señalaba, y cada vez que el explorador hacia una pregunta, también él, como el oficial, lo miraba.
-Sí, la Rastra -dijo el oficial-, un nombre bien educado. Las agujas están colocadas en ellas como los dientes de una rastra, y el conjunto funciona además como una rastra, aunque sólo en un lugar determinado, y con mucho más arte. De todos modos, ya lo comprenderá mejor cuando se lo explique. Aquí, sobre la Cama, se coloca al condenado. Primero le describiré el aparato, y después lo pondré en movimiento. Así podrá entenderlo mejor. Además, uno de los engranajes del Diseñador está muy gastado; chirría mucho cuando funciona, y apenas se entiende lo que uno habla; por desgracia, aquí es muy difícil conseguir piezas de repuesto. Bueno, ésta es la Cama, como decíamos. Está totalmente cubierta con una capa de algodón en rama; pronto sabrá usted por qué. Sobre este algodón se coloca al condenado, boca abajo, naturalmente desnudo; aquí hay correas para sujetarle las manos, aquí para los pies, y aquí para el cuello. Aquí, en la cabecera de la Cama (donde el individuo, como ya le dije, es colocado primeramente boca abajo), esta pequeña mordaza de fieltro, que puede ser fácilmente regulada de modo que entre directamente en la boca del hombre, tiene la finalidad de impedir que grite o se muerda la lengua. Naturalmente, el hombre no puede alejar la boca del fieltro, porque la correa del cuello le quebraría las vértebras.
-¿Esto es algodón? -preguntó el explorador, y se agachó.
-Sí, claro -dijo el oficial riendo-; tóquelo usted mismo.
Cogió la mano del explorador, y se la hizo pasar por la Cama.
-Es un algodón especialmente preparado, por eso resulta tan irreconocible; ya le hablaré de su finalidad.
El explorador comenzaba a interesarse un poco por el aparato; protegiéndose los ojos con la mano, a causa del sol, contempló el conjunto. Era una construcción elevada. La Cama y el Diseñador tenían igual tamaño, y parecía dos oscuros cajones de madera. El Diseñador se elevaba unos dos metros sobre la Cama; los dos estaban unidos entre sí, en los ángulos, por cuatro barras de bronce, que casi resplandecían al sol. Entre los cajones, oscilaba sobre una cinta de acero la Rastra.
El oficial no había advertido la anterior indiferencia del explorador, pero sí notó su interés naciente; por lo tanto interrumpió las explicaciones, para que su interlocutor pudiera dedicarse sin inconvenientes al examen de los dispositivos. El condenado imitó al explorador; como no podría cubrirse los ojos con la mano, miraba hacia arriba, parpadeando.
-Entonces, aquí se coloca al hombre -dijo al explorador, echándose hacia atrás en su silla, y cruzando las piernas.
-Sí -dijo el oficial, corriéndose la gorra un poco hacia atrás, y pasándose la mano por el rostro acalorado-, y ahora escuche. Tanto la Cama como el Diseñador tienen baterías eléctricas propias; la Cama la requiere para sí, el Diseñador para la Rastra. En cuanto el hombre está bien asegurado con las correas, la Cama es puesta en movimiento. Oscila con vibradores diminutos y muy rápidos, tanto lateralmente como verticalmente. Usted habrá visto aparatos similares en los hospitales; pero en nuestra Cama todos los movimientos están exactamente calculados; en efecto, deben estar minuciosamente sincronizados con los movimientos de la Rastra. Sin embargo, la verdadera ejecución de la sentencia corresponde a la Rastra.
-¿Cómo es la sentencia? -preguntó el explorador.
-¿Tampoco sabe eso? -dijo el oficial, asombrado, y se mordió los labios-. Perdóneme si mis explicaciones son tal vez un poco desordenadas: le ruego realmente que me disculpe. En otros tiempos, correspondía en realidad al comandante dar las explicaciones, pero el nuevo comandante rehúye ese honroso deber; de todos modos, el hecho de que a una visita de semejante importancia -y aquí el explorador trató de restar importancia al elogio, con un ademán de las manos, pero el oficial insistió-, a una visita de semejante importancia ni siquiera se la ponga en conocimiento del carácter de nuestras sentencias, constituye también una insólita novedad, que... -Y con una maldición al borde de los labios se contuvo y prosiguió- ... Yo no sabía nada, la culpa no es mía. De todos modos, yo soy la persona más capacitada para explicar nuestros procedimientos, ya que tengo en mi poder -y se palmeó el bolsillo superior- los respectivos diseños preparados por la propia mano de nuestro antiguo comandante.
-¿Los diseños del comandante mismo? -preguntó el explorador-. ¿Reunía entonces todas las cualidades? ¿Era soldado, juez, constructor, químico y dibujante?
-Efectivamente -dijo el oficial, asintiendo con una mirada impenetrable y lejana.
Luego se examinó las manos; no le parecían suficientemente limpias para tocar los diseños; por lo tanto, se dirigió hacia el balde y se las lavó nuevamente. Luego sacó un pequeño portafolio de cuero, y dijo:
-Nuestra sentencia no es aparentemente severa. Consiste en escribir sobre el cuerpo del condenado, mediante la Rastra, la disposición que él mismo ha violado. Por ejemplo, las palabras inscriptas sobre el cuerpo de éste condenado -y el oficial señaló al individuo- serán: HONRA A TUS SUPERIORES.
El explorador miró rápidamente al hombre; en el momento en que el oficial lo señalaba, estaba cabizbajo y parecía prestar toda la atención de que sus oídos eran capaces, para tratar de entender algo. Pero los movimientos de sus labios gruesos y apretados demostraban evidentemente que no entendía nada. El explorador hubiera querido formular diversas preguntas, pero al ver al individuo sólo inquirió:
-¿Conoce él su sentencia?
-No -dijo el oficial, tratando de proseguir inmediatamente con sus explicaciones, pero el explorador lo interrumpió:
-¿No conoce su sentencia?
-No -repitió el oficial, callando un instante como para permitir que el explorador ampliara su pregunta-. Sería inútil anunciársela. Ya lo sabrá en carne propia. [...]

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jueves, 22 de agosto de 2013

¿Señor,por qué un pajaro de cerca puede ser un monstruo?- Luis Pimentel (Lugo, 1895 - 1958)


Jim Dine-1996
Masuo Yamamoto
Alfred Stieglitz-manos de Georgia O'Keefe
Señor, ¿por qué un pájaro de cerca puede ser un monstruo?
Lo tengo en mis manos, y tiemblo de miedo.
Es como si fuese mi propio corazón.

Tiemblo, porque puedo matar
esta flor caliente y viva,
hacer que por su boca salgan
todas las mañanitas límpidas.

¿Por qué un pájaro es cosa siempre nueva para nosotros?
Señor, ¿por qué en nuestras manos palpita el crimen?


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Luis PIMENTEL-de Barco sin luces, Orense. Ediciones Linteo. Prólogo de Dámaso Alonso
                                                                                                                          fuente de las fotos                                                                                                



                                                                                                  




miércoles, 21 de agosto de 2013

Ni el prisionero Manning ni Federico lo han podido evitar, Herzog aún lo intenta



                                en el corredor de la muerte-Documental de Werner HERZOG


Menores en el corredor de la muerte-Docum. de Werner HERZOG

INFANCIA Y MUERTE

Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!
comí naranjas podridas, papeles viejos, palomares vacíos,
y encontré mi cuerpecito comido por las ratas,
en el fondo del aljibe y con las cabelleras de los locos.
Mi traje de marinero
no estaba empapado con el aceite de las ballenas,
pero tenía la eternidad vulnerable de las fotografías.
Ahogado, sí, bien ahogado. Duerme, hijito mío, duerme.
Niño vencido en el colegio y en el vals de la rosa herida,
asombrado con el alba oscura del vello sobre los muslos,
agonizando con su propio hombre que masticaba tabaco en su costado
siniestro.
Oigo un río seco lleno de latas de conserva
donde cantan las alcantarillas y arrojan las camisas llenas de sangre;
un río de gatos podridos que fingen corolas y anémonas
para engañar a la luna y que se apoye dulcemente en ellos.
Aquí solo con mi ahogado.
Aquí solo con la brisa de musgos fríos y tapaderas de hojalata.
Aquí sólo veo que ya me han cerrado la puerta.
Me han cerrado la puerta y hay un grupo de muertos
que juega al tiro al blanco, y otro grupo de muertos
que busca por la cocina las cáscaras de melón,
y un solitario, azul, inexplicable muerto
que me busca por las escaleras, que mete las manos en el aljibe
mientras los astros llenan de ceniza las cerraduras de las catedrales
y las gentes se quedan de pronto con todos las trajes pequeños.
Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!,
comí limones estrujados, establos, periódicos marchitos.
Pero mi infancia era una rata que huía por un jardín oscurísimo,
una rata satisfecha mojada por el agua simple,
y que llevaba un nada de oro entre los dientes diminutos.

7 de octubre, 1929.
New York.F.G.LORCA


 PEQUEÑO POEMA INFINITO

 Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.

Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.

Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.

Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos que empujaban llorando las pupilas de un asesino.

Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.

Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres
y como la mujer teme la luz la luz
tiembla delante de los gallos y los gallos
sólo saben votar sobre la nieve
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios. F.G.LORCA

                                                                                       hoy en Siria, muertos por armas químicas

DEGOLLACIÓN DE LOS INOCENTES
 
Tris tras. Zig zag, rig rag, milg malg. La piel era tan tierna que salía íntegra. Niños y nueces recién cuajados.
Los guerreros tenían raíces milenarias y el cielo cabelleras mecidas por el aliento de los anfibios. Era preciso cerrar las puertas. Pepito. Manolito. Enriquito. Eduardito. Jaimito. Emilito.
Cuando se vuelvan locas las madres querrán construir una fábrica de sombreros de pórfido, pero no podrán nunca con esta crueldad atenuar la ternura de sus pechos derramados.
Se arrollaban las alfombras. El aguijón de la abeja hacía posible el manejo de la espada.
Era necesario el crujir de huesos Y el romper las presas de los ríos. Una jofaina y basta. Pero una jofaina que no se asuste del chorro interminable, que ha de sonar durante tres días.
Subían a las torres y descendían hasta las caracolas. Una luz de clínica venció al fin a la luz untosa del hospital. Ya era posible operar con todas garantías. Yodoformo y violeta, algodón y plata de otro mundo. ¡Vayan entrando! Hay personas que se arrojan desde las torres a los patios y otras desesperadas que se clavan tachuelas en las rodillas. La luz de la mañana era cortante y el viento aceitoso hacía posible la herida menos esperada.
Jorgito. Alvarito. Guillermito. Leopoldito. Julito. Joseíto. Luisito. Inocentes. El acero necesita calores para crear las nebulosas y ¡vamos a la hoja incansable! Es mejor ser medusa y flotar, que ser niño. ¡Alegrísima degollación! Función lógica de la sangre sin luz que sangra sus paredes. Venían por las calles más alejadas. Cada perro llevaba un piececito en la boca. El pianista loco recogía uñas rosadas para construir un piano sin emoción y los rebaños balaban con los cuellos partidos.
Es necesario tener doscientos hijos y entregarlos a la degollación. Solamente de esta manera sería posible la autonomía del lirio silvestre.
¡Venid! ¡Venid! Aquí está mi hijo tiernísimo, mi hijo de cuello fácil. En el rellano de la escalera lo degollarás fácilmente.
Dicen que es está inventando la navaja eléctrica para reanimar la operación.
¿Os acordáis del ruiseñor con las dos patitas rotas? Estaba entre los insectos, creadores de los estremecimientos y de las salivillas. Puntas de aguja. Y rayas de araña sobre las constelaciones. Da verdadera risa pensar en lo fría que está el agua. Agua fría por las arenas, cielos fríos y lomos de caimanes. Aquí en las calles corre lo más escondido, lo más gustoso, lo que tiñe los dientes y pone pálidas las uñas. Sangre. Con toda la fuerza de su g.
Si meditamos y somos llenos de piedad verdadera daremos la degollación como una de las grandes obras de misericordia. Misericordia de la sangre ciega que quiere, siguiendo la ley de su naturaleza, desembocar en el mar. No hubo siquiera ni una voz. El jefe de los hebreos atravesó la plaza para calmar a la multitud.
A las seis de la tarde ya no quedaban más que seis niños por degollar. Los relojes de arena seguían sangrando, pero ya estaban secas todas las heridas.
Toda la sangre estaba ya cristalizada cuando comenzaron a surgir los faroles. Nunca será en el mundo otra noche igual. Noche de vidrios y manecitas heladas.
Los senos se llenaban de leche inútil.
La leche maternal y la luna sostuvieron la batalla contra la sangre triunfadora. Pero la sangre ya se había adueñado de los mármoles y allí clavaba sus últimas raíces enloquecidas. 

Federico García Lorca



Tubinga, Enero-de Paul CELAN

TUBINGA, ENERO------(de La Rosa de nadie, 1963)

Ojos por el discurso
llevados a ser ciegos.
Su -"un
enigma es puro
surgimiento que se escapa"-, su
recuerdo de
torres Hölderlin nadando, asediadas
por gaviotas, sus silbidos.

Carpinteros ahogados rinden visita a
estas
palabras que se zambullen:

Si viniese,
si viniese un hombre,
si viniese un hombre al mundo, hoy mismo, con
la barba de luz de los
patriarcas: sólo le sería dado,
si hablase de este
tiempo, sólo
le sería dado
balbucear y  balbucear,
ya sin poder
parar nunca, nunca
másmás.

("Pallaksch. Pallaksch")*

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* Se oía a Hölderlin decir "Pallaksch" tanto para aceptar como para rechazar, en su alejamiento.

[...]"Tubinga, enero" tiene por fecha enero de 1961. Ya no es la ciudad en la que Hölderlin y Hegel fueron estudiantes, sino el lugar en el que se conmemoró, en 1943, el centenario de la muerte del poeta, en presencia de los más altos dignatarios politicos y culturales del nacional-socialismo. 
Por otra parte, enero está ligado, en la obra de Celan, a la conferencia de Wannsee, en la que se ratificó el exterminio de los judíos, ya decidido por aquel entonces. El título formula esta oposición: a la poesía se la confronta con el acontecimietno; y esa confrontación debe mostrar que ya para siempre será imposible afrontar la poesía sin referirse a  él.

"Enero" cobra sentido no sólo en relación con la historia que ha marcado al poeta, sino también dentro del conjunto de la obra. La misma palabra "Jänner" ("para Enero"), la utiliza Georg Büchner en una frase de su Lenz, que Celan cita en El meridiano.[...]
 tomado de Poesía contra Poesía, Celan y la literatura,  de Jean Bollack, edit. Trotta,
traducción Arnau Pons


TÜBINGEN, JÄNNER

Zur Blindheit über-
redete Augen.
Ihre -"ein
Rätsel ist Rein-
entsprungenes" -, ihre
Erinnerung an
schwimmende Hölderlintürme, möwen-
umschwirrt.

Besuche ertrunkener Screiner bei
diesen
tauchenden Worten:

Käme,
käme ein Mensch,
käme ein Mensch zur Welt, heute, mit
dem Lichtbart der
Patriarchen: er dürfte,
spräch er von dieser
Zeit, er 
dürfte
nur lallen und lallen,
immer-, immer-
zuzu.

("Pallaksch, Pallaksch.")*

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                                          Paul Celan con Jean-Dominique Rey y Nani Maier






domingo, 18 de agosto de 2013

La sociedad de los trabajadores sin bienes-Franz KAFKA-


La sociedad de los trabajadores sin bienes

Deberes:
No poseer ni aceptar dinero u otros valores. Únicas propiedades admitidas:
ropa sencilla (a determinarse eventualmente), los objetos necesarios para el trabajo,
libros, víveres para consumo propio. Todo lo demás pertenece a los pobres.
Ganar para vivir sólo mediante el trabajo. No eludir ningún trabajo para el que alcancen
las fuerzas sin detrimento
de la salud. Elegirse el trabajo, o, cuando no fuese posible, someterse al consejo de
trabajadores, que dependen del gobierno.
No trabajar por más salario que el sustento propio (que se establecerá de acuerdo con
los lugares) de dos días.
Vida extremadamente sobria. Comer solamente lo indispensable; por ejemplo, como
paga mínima (que en cierto sentido es también la máxima): pan, agua, dátiles. El
alimento de los más pobres, la cama de los más pobres.

Considerar las relaciones con quien suministra trabajo como basadas sobre la confianza,
no pretender nunca el apoyo de los tribunales. Llevar a término todo trabajo iniciado, a
toda costa, a menos que se opongan motivos graves de salud.
Derechos:
Jornada laboral de seis horas como máximo; para trabajos físicos, de cuatro o
cinco horas.
En caso de enfermedad o de vejez, atención en asilos y hospitales estatales.
La vida de trabajo como hecho de conciencia, de fe en el prójimo.
Dar al Estado todo lo que se poseía, para que lo destine a la construcción de hospitales,
asilos.
Al principio, por lo menos, estarán excluidos quienes gozan de independencia económica,
los casados y las mujeres.
El consejo (grave deber) tratará con el gobierno.
Aun en las empresas capitalistas
(dos palabras ilegibles).
Donde se pueda ser de ayuda, en zonas abandonadas, en los asilos de pobres, prestarse
a hacer de maestros.
Quinientos hombres como máximo.
Un año de prueba.


Todo contribuía a favorecer la construcción. Obreros desconocidos acarreaban bloques de
mármol, ya cortados en escuadra y adaptados entre sí. Las piedras se levantaban y se
ubicaban obedeciendo a los calculados movimientos de sus dedos. Ningún edificio se
levantó nunca con la facilidad de aquel templo, o mejor aquel templo se levantó como
deben verdaderamente levantarse los templos. Solo que en cada piedra –¿de qué cantera
provenían?— estaban las torpes marcas de inconscientes manos infantiles, o, más
probablemente, los caracteres de alguna bárbara tribu montañesa, que las habían
raspado con instrumentos por cierto que bastante afilados (¿malignidad o sacrilegio o
vaticinio de destrucción total?) para una eternidad que habría de sobrevivir al templo
mismo.
Por el arroyo encuentro el agua fugitiva. Arbustos y cañas. La voz alada del maestro.
Murmullos de criaturas. El sol que se desvanece bermejo, que se abandona,
estremeciendo. La tapa del hornillo se cierra secamente. Se prepara café. Apoyados
sobre la mesa esperamos sentados. A un lado del camino, algunos árboles delgados.
Marzo. ¿Qué más quieres? Salimos de las tumbas y queremos cruzar también este
mundo, sin un plano preciso.
¿Quieres alejarte de mí? Es una decisión como cualquier otra. ¿Pero adonde quieres ir?
¿Adonde va a dar esta fuga tuya de mí? ¿A la luna? Ni siquiera allí, adonde, por lo
demás, no puedes llegar. ¿Y entonces por qué todo esto? ¿No prefieres sentarte en un
rincón y quedarte tranquilo? ¿No sería acaso mejor? ¿Allí en ese rincón tibio y oscuro?
¿No me escuchas? Buscas a tientas la puerta. Sí, ¿pero dónde está la puerta? Por lo que
recuerdo no estuvo nunca aquí dentro. ¿Quién pensaba entonces, cuando se construyó
este interior, que habrías de llegar a concebir propósitos tan revolucionarios? Sea como
fuere, no se ha perdido nada, una idea así no se pierde, hablaremos de ello en la mesa, y
las risotadas de los comensales serán tu recompensa.
Sale la pálida luna mientras cabalgamos por el bosque.
Neptuno se hartó de sus mares. Se le cayó el tridente. Fue a sentarse, mudo, en una
costa rocosa, y una gaviota asombrada por su presencia describió círculos ondulantes en
torno de su cabeza.
El carruaje se va rodando como una furia.

¿Qué pueden estar preparándonos?
Cama y colchón bajo los árboles,
verde oscuridad, verdor seco,
poco sol, olor húmedo.
¿Qué pueden estar preparándonos?
¿Adonde nos impulsa el deseo? 
¿Obtener esto, perder aquello?
Insensatos, bebemos la ceniza
y ahogamos a nuestro padre.
¿Adonde nos impulsa el deseo?
¿Adonde nos impulsa el deseo?
Nos impulsa fuera de casa.
El reclamo de la flauta, el reclamo del fresco arroyo
Aquello que te había parecido paciente
murmuró entre las hojas del árbol
y el amo del jardín habló.
Si busco, en sus runas,
sondear este inconstante espectáculo,
palabra y úlcera...
El conde estaba sentado almorzando, era un tranquilo mediodía de verano. Se abrió la
puerta, pero no fue para dejar pasar al servidor, sino a fray Pilotas.
—Hermano —dijo el conde, y se puso de pie—, vuelvo a verte, después de tanto tiempo
de no volver a verte en sueños.
Una parte de la puerta vidriera, que daba a la terraza, se rompió en montón de pedazos
y un pájaro, pardo–rojizo como una perdiz, pero más grande y de pico largo, entró
volando.
–Espera, lo cojo enseguida –dijo el fraile, levantó con una mano el borde del hábito y
con la otra procuró atrapar el pájaro.
 En eso entró el servidor con un plato lleno de bellísimas frutas, que el ave, volando a su
alrededor en pequeños círculos, comenzó tranquila pero fuertemente a picotear.
El servidor, como paralizado, sujetó con fuerza el cuenco,
mirando, no particularmente asombrado, frutas, pájaro, y al fraile que seguía tratándole
darle caza. Se abrió la otra puerta y entraron algunos habitantes del pueblo con una
petición, en la que solicitaban el libre uso de un sendero del bosque que necesitaban para
atender mejor sus campos. Pero llegaron en mal momento, porque el conde era entonces
un escolar, estaba sentado en un escabel y aprendía sus lecciones. El viejo conde estaba,
ciertamente, muerto ya, de manera que debía haber gobernado aquel joven, pero había
sucedido de otra manera, se había insertado una pausa en la historia y la comisión cayó,
por tanto, en el vacío. ¿En qué acabará? ¿Volverá atrás? ¿Se dará cuenta a tiempo de
cómo están las cosas? El maestro, que formaba también parte del grupo, se ha apartado
ya y se ocupa de la educación del pequeño conde. Con una vara arroja de la mesa todo
lo que había, la para, como un pizarrón, con la tabla hacia adelante y le escribe con tiza
el número 1.
Bebíamos, el diván se nos hizo demasiado estrecho, las agujas del reloj de pared seguían
girando ininterrumpidamente. El criado se asomó a la puerta, nosotros lo saludamos
agitando las manos. Pero a él lo atrajo una figura sentada en el sofá junto a la ventana.
Era un viejo, vestido con un negro traje tenue lustroso como la seda, que se levantó
despacio, mientras sus dedos seguían jugueteando en los apoyabrazos.
—Padre – exclamó el hijo. 
 –Emil – dijo el viejo.
El camino que llega al prójimo es, para mí, larguísimo. Praga. Las religiones se pierden
como los hombres.
Pequeña alma,
brinca en el baile,
pones la cabeza en el aire tibio,
levantas los pies de la hierba resplandeciente,
que el viento mueve en un dulce meneo 

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del cuarto cuaderno de Cuadernos en octava-Franz Kafka-
trad. Carmen Gauger, edit. Alianza

sábado, 17 de agosto de 2013

Es cierto que mi forma es muy extraña, pediría que se me midiese por mi alma-

Esta es la historia de Sara Baartman,  una mujer khoikhoi, ni venus, ni hotentote.
Saartjie Baartmann en idioma afrikáans (17891 - París, 29 de diciembre de 1815)
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Esta es la historia por él mismo contada de  Joseph Merrick:
"Vi la luz por primera vez el 5 de agosto de 1860. Nací en Lee Street, Leicester. La deformidad que exhibo ahora se debe a que un elefante asustó a mi madre; ella caminaba por la calle mientras desfilaba una procesión de animales. Se juntó una enorme multitud para verlos, y desafortunadamente empujaron a mi madre bajo las patas de un elefante. Ella se asustó mucho. Estaba embarazada de mí, y este infortunio fue la causa de mi deformidad". Así describe Joseph Carey Merrick la etiología de su enfermedad. En su conmovedora inocencia, el joven inglés, que nada sabe de malformaciones congénitas ni de genes dominantes transmitidos hereditariamente, atribuye la culpa de su demoledora enfermedad a un simple animal.


 contiene el ataque de los elefantes a la madre embarazada,  en mi opinión una de las mejores escenas del cine de todos los tiempos. (no la encontré en otro video de mejor calidad)

 "Joseph Merrick es, a poco que se considere, uno de los seres humanos más desafortunados de la historia. Su radical deformidad, la más severa jamás registrada en un ser humano vivo, lo condenó a una existencia de ostracismo a veces y de pública exhibición como fenómeno en otras oportunidades."












La maqueta diseñada y construida por Joseph con cartones viejos; esto le gustaba hacer cuando le salvaron de los feriantes.


Este es un poema de Joseph Merrick False Greatness ("Falsa Grandeza" cuyos cuatro primeros versos son de Merrick, los cuatro últimos de Watts):

 Es cierto que mi forma es muy extraña,
pero culparme por ello es culpar a Dios;
si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo
procuraría no fallar en complacerte.
Si yo pudiese alcanzar de polo a polo
o abarcar el océano con mis brazos,
pediría que se me midiese por mi alma,
La mente es la medida del hombre.


Is true that my form is something odd,
But blaming me is blaming God;
Could I create myself anew
would not fail pleasing you.
If I could reach from pole to pole
Or grasp the ocean with a span,
I would be measured by the soul
The mind´s the standard of the man.

de la selva harán barriles-Correa usurpador-




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miércoles, 14 de agosto de 2013

Prójimo, mi felicidad depende de la tuya..El mundo de mañana-documental



facilitado por Otratvesposible







Queremos sol en vez de Reagan-Joseph BEUYS




Del país que se autodestruye y nos dicta la "way of life"
de allí viene Reagan  que nos trae armas y muerte
si oye Paz, rojo todo lo ve.

Como presidente de USA dice ¿guerra atómica?
Sí, por favor, por aquí y por allá y más allá
de Polonia, Oriente Medio, y Nicaragua
claro está, quiere la victoria final.
Pero nosotros queremos sol en vez de Reagan
vivir sin armamento
que se oxiden los misiles
los del este y del oeste

Quiere provocar a los "capullos" en el este,
que tampoco son avaros con los átomos,
pero tu guerra con frenéticos fines no funciona
Reagan, somos muchos

Lárgate ya con tus estrategas nucleares, tus "odia-rusos",
tu lluvia de rayos, hombre de cara arrugada
la película está terminada.
Llévate los misiles a tu casa
porque queremos sol en vez de Reagan
vivir sin armamento, sin este y  sin oeste.
!Que los guerreros fríos son la Peste¡

Este Reagan viene como hombre
de la industria del armamento
pero "the peoples of the States don't want it -" jamás !
Y la paz verdadera llegará
cuando los hombres vivan sin armas

Queremos sol en vez de Reagan
::::::::::::::::::::::::::::::::::::
En alemán "lluvia" es "der Regen" que fonéticamente recuerda a "Reagan", por eso sol en vez de lluvia, sol en vez de Reagan

Aus dem Land, das sich selbst zerstört
und uns den 'way of life' Diktiert
da kommt Reagan und bringt Waffen und Tod
und hört er Frieden, sieht er rot.

Er sagt als Präsident von USA
Atomkrieg ? - Ja bitte dort und da
ob Polen, Mittler Osten, Nicaragua
er will den Endsieg, das ist doch klar.

Doch wir wollen: Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob West, ob Ost
auf Raketen muß Rost !

Wir wollen: Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob West, ob Ost
auf Raketen muß Rost !

Er will die Säcke im Osten reizen
die auch nicht mit Atomen geizen
doch dein Krieg um hirnverbrannte Ziele
der läuft nicht Reagan - wir sind viele !

Hau ab mit deinen Nuklearstrategen
deinen Russenhassern, deinem Strahlenregen
Mensch Knitterface, der Film ist aus
nimm' die Raketen mit nach Haus !

Denn wir wollen: Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob Ost, ob West
Kalten Kriegern die Pest !

Wir wollen: Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob Ost, ob West
Kalten Kriegern die Pest !

Dieser Reagan kommt als Mann der Rüstungsindustrie
but the peoples of the States don't want it - nie !
und den wahren Frieden wird's erst geben
wenn alle Menschen ohne Waffen leben.

Wir wollen: Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob West, ob Ost
auf Raketen muß Rost !

Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob Ost, ob West
Kalten Kriegern die Pest !

Wir wollen: Sonne statt Reagan
ohne Rüstung leben !
Ob West, ob Ost
auf Raketen muß Rost !

Wir wollen: Sonne statt Reagan

lunes, 5 de agosto de 2013

Hace 68 años Little Boy sobre Hiroshima, a Nagasaki dos días después llegó Fat man

Robert Oppenheimer  en el Proyecto Manhattan


Robert Oppenheimer tres meses después de Hiroshima y Nagasaki, tarde pero profundamente arrepentido. Leer más aquí en Historia de la ciencia

 Paul Tibbets piloto del Enola Gay sin embargo llegó a los noventa años, sin un sólo remordimiento de conciencia, "lo volvería a hacer", dijo después y mucho después.


  niño lleva al crematorio a su hermanito, en Nagasaki, por Joe O'Donnell fotógrafo de doble moral.

Mijaíl Bakunin(fuente Arrezafe)
La educación de los militares, desde el soldado raso hasta las más altas jerarquías, les convierte necesariamente en enemigos de la sociedad civil y del pueblo. Incluso su uniforme, con todos esos adornos ridículos que distinguen los regimientos y los grados, todas esas tonterías infantiles que ocupan buena parte de su existencia y les haría parecer payasos si no estuvieran siempre amenazantes, todo ello les separa de la sociedad. Ese atavío y sus mil ceremonias pueriles, entre las que transcurre la vida sin más objetivo que entrenarse para la matanza y la destrucción, serían humillantes para hombres que no hubieran perdido el sentimiento de la dignidad humana. Morirían de vergüenza si no hubieran llegado, mediante una sistemática perversión de ideas, a hacerlo fuente de vanidad. La obediencia pasiva es su mayor virtud. Sometidos a una disciplina despótica, acaban sintiendo horror de cualquiera que se mueva libremente. Quieren imponer a la fuerza la disciplina brutal, el orden estúpido del que ellos mismos son víctimas.